Paulina es el largometraje más reciente del director argentino Santiago Mitre, de quien pudimos apreciar su trabajo anteriormente en el año 2011 cuando se estrenó El Estudiante, historia de un hombre de la tercera edad que decide completar sus estudios universitarios. Y desde entonces de podía apreciar el talento que Santiago tenía en cuanto al manejo y dirección de sus actores, un factor que se nota de nueva manera en Paulina, pero llegando a niveles totalmente nuevos y emocionantes para su audiencia. No por nada ganó el premio principal de la semana de la crítica y el premio FIPRESCI de la crítica internacional en la 68ª edición del festival de Cannes; además de ser galardonada con el Premio Horizontes, el Premio EZAE de la Juventud y el Premio TVE – Otra Mirada del Festival Internacional de Cine de San Sebastián.
Este filme es una nueva adaptación de la cinta originalmente llamada La Patota (este término se utiliza en la jerga conocida como lunfardo y es originaria de Buenos Aires para referirse a un grupo de cobardes que ataca a una o más personas indefensas), que fue dirigida por Daniel Tinayre y estrenada en 1960. La premisa es básicamente la misma, una mujer de 28 años llamada Paulina decide dejar de lado un futuro prometedor como abogada para de esta forma dedicarse a ayudar en actividades sociales, específicamente como maestra en una zona “rural” de Argentina. Después de unas semanas de trabajo en su nuevo puesto y localidad, esta mujer es interceptada y desafortunadamente, violada por un grupo de jóvenes, por una “patota”.
Es con este terrible evento cuando la película verdaderamente comienza, pues empezamos a ser testigos de los distintos puntos de vista y motivaciones que atañen a esta violación, pues de forma directa e indirecta se nos muestra que ser objetivos y parciales en un tema tan difícil como un asalto sexual, es un completo martirio. Físicamente y mentalmente el cuerpo humano se ve afectado por un evento de tal magnitud, y se pone en tela de juicio todo aquello en lo que se cree; la reacción de un padre (un desgarrador Oscar Martínez) puede ser un fervoso deseo de obtener venganza y justicia, mientras que en este caso la “víctima” (retratada de forma impresionante por Dolores Fonzi) trata de manterse fiel a sus ideales a toda costa e intenta abordar el problema de la forma, que a su modo de ver, es la correcta.
El conflicto principal que nos presenta Paulina, es que nosotros como audiencia nos compadecemos de ella, de su situación y por ende, deseamos que se haga justicia (o venganza), pero el personaje principal está en contra de ello, a pesar de contar con el sistema jurídico de su lado (además de su padre quien es un juez importante); la justicia como tal trata de hacer su parte pero se verá frenada ante los ideales de una mujer que lucha por un mejor mundo. Tal vez no estemos de acuerdo con todas las decisiones que la protagonista decida tomar, pero lo verdaderamente fascinante es que también se nos cuestiona a nosotros como audiencia el cómo responder a nuestros ideales, lo que está “bien” o “mal”. Es cierto que la mayoría de nosotros querríamos obtener alguna clase de justicia si a alguno de nuestros conocidos o familiares tuvieran la mala fortuna de sufrir algo similar, pero si en este caso la víctima no deseara retribución haciendo uso de violencia, o lastimando a otra persona, aunque esta fuera el o la perpetradora del crimen, ¿de verdad está mal que quiera actuar lo más razonable y pacíficamente posible? ¿Acaso está mal tratar de poner un ejemplo en la sociedad y tratar de salir del margen para solucionar un conflicto de este tipo?
Ciertamente muchos pueden llegar a odiar Paulina, pero si abrimos nuestra mente y tratamos de ver más allá de lo que se nos ha inculcado desde pequeños sobre cómo desenvolverse en un medio social, ante el sistema o nuestros seres queridos, podremos apreciar que esta “víctima” es todo menos eso. Podremos apreciar la valentía que muchos podríamos llegar a tener, a través de una maravillosa secuencia que involucra una discusión e intercambio de ideales entre un padre y su hija; entre el “protector” y la “víctima”. Al final no queda más que hacer que seguir avanzando hacia adelante, tal cual Paulina lo hace caminando directo hacia nosotros, hacia la audiencia al final de la cinta.
Santiago Mitre nos entrega un filme fascinante, superando fácilmente sus anteriores trabajos, en donde se nos muestra a lujo de detalle el estado de ansiedad que invita al agresor a llevar a cabo su crimen; nos involucra a ser testigos de la frialdad de los trámites burocráticos con los que se tratan a las personas que han vivido eventos de esta índole. Pero, una vez más se nos dejará a nosotros, la audiencia, meditar en nuestras mentes si aquello que deseaba Paulina era algo erróneo, o verdaderamente la forma en la que todos deberíamos actuar en una sociedad que crea monstruos (patotas) a diario.
- Las actuaciones de Dolores Fonzi y Óscar Martínez
- La historia
- La dirección
- La forma en que se usan los flashbacks puede resultar confuso
- Muchos pueden llegar a no conectar emocionalmente con la protagonista