Por Iván Belmont
Richard Curtis es uno de esos directores que a pesar de contar con grandes películas bajo el brazo, no son para todo el público, algunos lo aman y otros lo detestan. Lo cierto es que tiene un estilo muy particular y que en lo personal me parece bastante gracioso y emotivo en ocasiones, sin contar su participación en Bridget Jones.
Películas que me parecen simpáticas de él son sin lugar a dudas, Cuatro bodas y un funeral y Realmente Amor. Con su película más reciente esperaba algo dentro de su zona de confort, que te hiciera pasar un buen rato pero que la podías olvidar al salir de la sala de cine pero me lleve una gran sorpresa después de ver esta película.
Empecemos con lo básico, la historia gira en torno a Tim Lake, un joven que al cumplir 21 años, su padre le hace saber que todos los hombres dentro de su familia pueden viajar en el tiempo, siguiendo ciertas reglas básicas para no alterar mucho las cosas. Conforme la trama avanza conoce a Mary, una bella joven de quien se enamora a primera vista, pero que al tratar de ayudar a un amigo, borra el momento donde la conoció y debe ingeniárselas para hacerlo de nuevo, conquistarla y lograr su objetivo.
No les diré más ya que les revelaría lo más importante, pero sí les diré que es una película que vale mucho la pena ver, un guión que se siente fresco y honesto, actuaciones que se sienten reales, donde un genial y vulnerable Domnhall Gleeson lleva a la perfección el protagónico, acompañado de una bella Rachel McAdams, pero quien se lleva la película sin lugar a dudas es Bill Nighy como el padre de Tim, su personaje es tan carismático y sensible, que amas inmediatamente a su personaje.