Tras algunos filmes comerciales poco afortunados, el director Tim Burton vuelve a la carga con un proyecto de mayores aspiraciones personales y menor presupuesto, la biografía de la pintora Margaret Keane. Para ello, recurre a los guionistas de “Ed Wood”, única biopic que Burton había realizado hasta ahora, y a un elenco con el que jamás había trabajado antes, para dar como resultado una cinta que se ve y se siente como una bocanada de aire fresco para el popular realizador.
La polémica historia de Margaret (una Amy Adams genial como siempre), comienza a inicios de los años sesentas, una época llena de prejuicios donde gobierna una sociedad completamente machista, misma en la que el personaje principal (como todo gran protagonista “Burtoniano”) no encaja. Margaret acaba de abandonar a su marido y se muda con su hija a San Francisco en su búsqueda de una mejor vida. Éste cambio la llevará a conocer al encantador seductor Walter Keane (Christoph Waltz), un vendedor de bienes raíces que aspira a convertirse en un pintor respetado.
La relación de Margaret y Walter avanza rápidamente y al poco tiempo de conocerse son marido y mujer. Él trata de vender sus pinturas de paisajes parisinos mientras Margaret crea retratos de niños con ojos enormes y melancólicos rostros que fascinan a la gente y poco a poco comienzan a convertirse en todo un éxito gracias a las estrategias de venta de Walter, quien no conforme, decide tomar crédito por las peculiares pinturas.
Burton da un giro radical y se aleja de sus mundos góticos y fantásticos para centrarse en un melodrama humano y emocional, con dos complejos protagonistas cuya relación, con personalidades completamente opuestas, los lleva a la gloria y la tragedia por igual. Sin embargo en dicha exploración, que si bien es efectiva, el guión de Scott Alexander y Larry Karaszewski (Ed Wood, Larry Flint) se limita al profundizar en la psicología de ambos personajes, dejando una latente sensación de tener una gama mucho más rica que pudo ser explorada.
Afortunadamente, el casting es bastante efectivo, ya que en vez de la muy cansada dupla de Johnny Depp – Helena Bonham Carter, el peso de la cinta recae en dos de los actores más talentosos y versátiles de la actualidad. Amy Adams cumple de sobra con el personaje de una mujer tímida y retraída, que poco a poco va evolucionando y tomando las riendas de su propia vida. Su caracterización es intensa y natural sin caer nunca en lo melodramático y exagerado. Christoph Waltz por su parte hace gala con un tipo de personaje que le va como anillo al dedo; ese tipo vividor, manipulador y descarado con un encanto y carisma inigualables. Tanto las escenas más cómicas como las más intensas del filme son cortesía del actor dos veces ganador del oscar.
El resto del elenco se limita a cumplir con su breve participación, ya que fuera de los dos personajes centrales, su intervención es simplemente para un muy particular aspecto de la trama. Sobresale la actuación de Danny Huston como el reportero que de alguna manera funge también como una especie de narrador y es integrado con ingenio en algunos momentos esenciales.
Visualmente estamos ante una cinta de Burton, que si bien cambia un poco de género y estilo, no deja de ser uno de los cineastas de mayor impacto visual, y hasta ahora, es un aspecto en el que jamás nos ha fallado. La hermosa fotografía del fantástico Bruno Delbonnel (Amelie, Across the Universe) hace sobresalir una cuidadísima y estupenda dirección de arte del colaborador de antaño de Burton, Rick Heinrichs, con quien trabajo desde sus inicios en el cortometraje stop motion “Vincent” y en la ya de culto “Sleepy Hollow”. El vestuario corre a cargo de Colleen Atwood, colaboradora de cabecera de Burton desde “El Joven manos de tijera” y quizás la mejor diseñadora para cine en la actualidad. Los contrastantes rojos y azul turquesa cobran vida en una grandiosa y espectacular visión del San Francisco de los sesentas.
Por su parte, el score de Danny Elfman es bastante efectivo en imágenes y realza los tonos dramáticos, cómicos e intensos de la cinta de una forma moderna y sutil. Sin embargo lejos se encuentra de las grandiosas colaboraciones de Burton y Elfman en composiciones que se encuentran más allá del bien y el mal como “Beetlejuice”, “Batman regresa” o “El joven manos de tijera”.
“Ojos Grandes” sin duda alguna es una buena película. Junto a cintas como “Alicia en el País de las Maravillas” o “Dark Shadows” es poco menos que una obra maestra, pero es precisamente ahí donde recae su pecado, pues es la obra de un realizador de culto en cuya filmografía se encuentran varias joyas que perdurarán en el corazón de los cinéfilos por años, y tras dos terribles desilusiones y una medianamente afortunada cinta animada, esperábamos la cinta que devolviera el estatus que su director merece. Desafortunadamente no es así, pero sin embargo es muy efectiva en demostrar algo que el mundo parece haber olvidado: Burton puede ser versátil.
Una afortunada y entretenida biopic con excelentes actuaciones, gran impacto visual y un mensaje que gustará a los espectadores más diversos; pero que sin embargo dista de ser una obra maestra debido a la falta de un desarrollo psicológico más profundo de sus protagonistas y a un final que se siente un tanto abrupto. Buen ejercicio de Burton, quien nos da esperanzas de ir en el camino adecuado para regresar a la gloria.
Título original: Big Eyes (EUA, 2014)
Director: Tim Burton
Elenco: Amy Adams, Christoph Waltz, Danny Huston, Krysten Ritter, Jason Schwartzman, Terence Stamp
- Las actuaciones de Amy Adams y Christoph Waltz
- Visualmente perfecta: fotografía, dirección de arte y vestuario de primer nivel
- Giro afortunado de Burton en cuanto a temática, estilo y actores
- Falta de profundidad en la exploración psicológica de sus protagonistas
- Final Abrupto