Santiago Mohar nos presenta esta inusual historia, que ya hemos visto anteriormente, en donde un grupo de chicos se van de fiesta, y entre copa y copa, pleitos de pareja, celos, vómito, robos, y demás situaciones; las relaciones de estos “amigos” van evolucionando o deteriorando conforme sea el caso.
Una trama prácticamente inexistente, con obvias referencias a la muerte en vida, ese deplorable estado cuando los seres humanos no tienen alguna razón para ser, para existir, para amar, fraternizar. Cuando se pierde ese deseo de vida podemos ver a estos personajes dañados psicológicamente, hasta lo más profundo de su ser en donde trataran de evitar mostrar sus sentimientos con alcohol, sexo y una que otra insinuación al incesto.
Santiago Mohar escoge bien a su elenco, con buenas locaciones y un soundtrack lo suficientemente bueno para mantener a flote la película un buen rato, y con uno que otro destello de los protagonistas como es el caso de Florencia Ríos, quien demuestra que es un talento a seguir. Una película un tanto bizarra, que se pierde dentro de su ambiciosa propuesta debido a la pobre ejecución.
Al final, los muertos terminamos siendo nosotros debido al vacío que queda en nuestro ser después de ver una película que realmente no te lleva a ningún lugar, después de prometerte un viaje sin igual.
- La música
- Florencia Ríos
- El mal tratamiento del guión
- No cumple lo que promete