Si el Festival Internacional de Cine de Morelia otorgara un premio a lo más bizarro, éste sería sin lugar a dudas para Tenemos la carne, ópera prima del director Emiliano Rocha Minter quien para sorpresa de muchos, presentó una película que si bien no será del agrado de la mayoría debido a su aparentemente falta de historia como tal, muy probablemente se convertirá en una película de culto debido a su temática y uso de secuencias altamente explícitas en donde la lujuria, el incesto, la sangre y la oscuridad del ser humano se ven presentes en cada fotograma que vemos en este filme. Además es innegable el enorme talento y visión que tiene este joven director mexicano ya que a diferencia de muchas otras óperas primas que formaron parte de la selección oficial, la calidad técnica y visual de esta cinta es de primer nivel (aún teniendo en cuenta ciertos errores de novato), obteniendo un resultado con el que muchos cineastas desearían contar en su primer largometraje.
La historia de Tenemos la carne gira en torno a un par de hermanos que deambulan a través de una ciudad en ruinas, tratando de sobrevivir día a día hasta que cruzan camino con un misterioso hombre que radica en un edificio abandonado, el cual les ofrecerá lo necesario para sobrevivir siempre y cuando acepten hacer lo que él les diga. Esto les llevará a desarrollar una relación incestuosa debido a los oscuros deseos de este hombre perverso, además de que se verán consumidos por un oscuro camino lleno de sexo, violencia y crueldad, donde su propia humanidad se verá puesta a prueba.
Todos estos elementos son expresados de la forma más explícita posible, por lo que muchos temas que son considerados tabú dentro de nuestra sociedad lograrán incomodar a aquellos que sean muy conservadores. Incluso, esta película podría considerarse más una expresión artística, que busca no encasillarse dentro del molde usual del celuloide; algo que no resulta extraño al saber que el director y escritor del filme no tuvo una formación cinematográfica como tal, ya que sus estudios estuvieron enfocados a lo que son las artes visuales. Esto es evidente al apreciar la dirección de arte tan única de este bizarro proyecto e incluso la musicalización y diseño sonoro de la misma. Los puntos bajo en cuanto a estándares de calidad son muy pocos, lo cual es de agradecerse en un primer largometraje. Además, quien se roba la película es el talentoso Noé Hernández, quien de verdad logra adentrarse a la mente de un hombre perverso y loco, transmitiendo ese estado de inestabilidad mental en cada momento que aparece en pantalla. El “problema” de la película recae en algo muy sencillo: no es apta para todo público. Ya sea por el contenido y manejo de sus temas o las secuencias explícitas de gore y sexo (que lograrán asquear a más de uno y son más que suficientes para que muchos pudieran sentirse aturdidos o incluso ofendidos por el contenido presente en esta historia) o la “inexistencia” narrativa que existe dentro del filme.
Tenemos la carne más que un filme, es una obra llena de detalles que debe apreciarse en repetidas ocasiones para tratar de entender en su totalidad la propuesta visual y artística de su creador, en donde el gran logro de la cinta es crear el interés suficiente en la audiencia para sumergirse más de una vez en este mundo surrealista lleno de personajes caricaturescos, locura y asquerosidad.
- La actuación de Noé Hernández
- Dirección
- Aspectos técnicos
- La historia puede ser confusa para muchos
- Al manejar muchos temas tabú, puede ser ofensiva o no apta para todo el público