En la ausencia de luz, la oscuridad prevalece.
Con esta frase se describe perfectamente a un hombre que lo ha perdido todo; que no practica ninguna fe; que no le teme a nada, ni a la vida ni a la muerte. Un hombre que tuvo la dicha de sentir el amor verdadero alguna vez en su vida, ese que se experimenta cuando eres padre y tienes hijos; un hombre que luchó para defender a su país en una guerra sin sentido porque creía en ello. Pero ahora esta misma persona ha sido despojada de todo aquello que le hacía sentirse vivo; e incluso fue traicionado y abandonado por el mismo sistema que juró proteger, dejándolo sumido en un mundo de tinieblas, metafórica y literalmente ya que se ha quedado ciego al sufrir un terrible accidente.
Este mismo hombre se ha recluido a sí mismo en una zona muy distante de cualquier otro individuo; un lugar desolado y sin testigos en algún punto de una de las ciudades más hostiles de Estados Unidos, Detroit. Este hombre en rara ocasión abandona su hogar pues no tiene razones para hacerlo e incluso tiene una especie de simbiosis con su entorno; está tan familiarizado con cada cuarto; cada pasillo; cada recoveco dentro de su morada que es capaz de reconocer cada textura que le rodea sin la necesidad de ver. Solo necesita tocar, escuchar y oler. Es una bestia enjaulada, una bestia que despertará de su letargo cuando su hogar se ve amenazado por un trío de intrusos que buscan enriquecerse a su costa. Grave error.
No hay nada que un hombre no pueda hacer una vez que acepta que Dios no existe.
De esta forma el barrio fantasma se vuelve una zona de cacería, donde la supuesta víctima se convierte en una amenaza letal e incluso el director Fede Álvarez hace uso del mejor suspenso Hitchcockiano donde poco a poco le muestra a la audiencia (más no a los protagonistas) pistas o elementos que tomarán importancia conforme la trama avance. El ejemplo perfecto es que logra atrapar nuestra atención desde el primer momento en que la desolación acapara la pantalla, para posteriormente revelarnos que el cazador ha logrado capturar a su presa, invitándonos a formar parte de esta oscura versión del gato y el ratón donde cada personaje será expuesto y juzgado por su moralidad y motivaciones, puras u oscuras; a la vista u ocultas. A momentos se nota la clara inspiración que cintas como Cujo (Lewis Teague, 1983), La masacre de Texas (Tobe Hooper, 1974) o Fright Night (Tom Holland, 1985) han impregnado a este filme cargado de violencia explícita y subliminal, creando así una película llena de grandes momentos que navegan del horror al suspenso, esto gracias a un excelente montaje, además de una soberbia banda sonora a cargo de Roque Baños, (un colaborador habitual de este director uruguayo) creando un estado de inquietud y opresión a través de una excelsa experiencia sonora, donde un pequeño respiro puede significar la muerte para estos jóvenes ambiciosos que se enfrentan a un hombre con sentidos altamente desarrollados y que no descansará hasta terminar con sus vidas simplemente por haberlo molestado.
No Respires es una excelente adición al género de horror gracias a la presentación de su propuesta narrativa, visual y sonora, además de contar con una buena dirección, diseño sonoro y estupendas actuaciones de parte del elenco principal. Fede Álvarez demuestra nuevamente el enorme talento que posee al recordarnos que no debemos perderle la pista. Solo resta que el tiempo diga si será suficiente para que este filme se convierta en un clásico del género, pero sin duda alguna tiene lo necesario para lograrlo.
- La historia
- El protagonista/antagonista
- La dirección de Fede Álvarez
- Falta de exploración a la relación entre el trío de ladrones
- Desenlace abrupto y abierto