Para nadie es novedad que Disney ha encontrado una mina de oro haciendo remakes live action de sus clásicos animados, tal es el caso de Maléfica y Alicia en el País de las maravillas, que si bien fueron desastrozas en la crítica y pasado el tiempo a nadie particularmente le gustan, han generado millones de dólares en taquilla. Llámese nostalgia o quizás por el hecho de ser súper producciones con un elenco multiestelar que se estrenan estrátegicamente en primavera cuando la competencia en cartelera no es abundante.
Siguiendo la tradición, Disney adapta su clásico de 1950, “La Cenicienta”, quizás la historia mas contada a lo largo de los años en cine, teatro, televisión y cuanto medio exista. Para ésto, recurre a Kenneth Branagh, renombrado director inglés que pintaba bastante acertado para desarrollar un argumento bastante sencillo y que claramente ha sido efectivo; desafortunadamente el guión cayo en manos de Chris Weitz (La brujula dorada), y lo que pudo ser algo predecible pero encantador se convierte en un cuento soso y empalagoso que pocos elementos tiene para trascender.
La historia todos la conocemos, una joven huérfana es sometida como sirvienta por su cruel y despiadada madrastra, sufriendo los abusos de sus despreciables hermanastras hasta el día en que conoce a un príncipe encantador y con la ayuda de un hada madrina, termina por conquistarlo en un gran baile real. Brannagh ciertamente acierta al enfocarse en el filme original, con una infinidad de similitudes que encantarán a los fieles seguidores del mismo, pero en su intento por tomar el camino fácil, el guion de Weitz resulta verdaderamente absurdo para la época en la que vivimos.
Ciertamente la versión de 1950 si bien es encantadora, tiene un pobre desarrollo en los personajes principales, en 74 minutos de duración las secuencias más largas son protagonizadas por los ratones parlanchines, cuando poco sabemos de Cenicienta, el príncipe o la cruel madrastra. La oportunidad de un remake era perfecta para resaltar los elementos de su original y profundizar en la personalidad de su protagonista y tanto su romance con dicho príncipe como su relación con la antagonista, y es precisamente aquí donde la versión de Branagh falla por completo. Cenicienta es inexplicablemente buena y sumisa, ¿Alguien puede creer que noblemente y por voluntad propia cede su cuarto a las hermanastras y se va al ático sin queja alguna cuando el padre presuntamente está vivo?, francamente no lo creo.
El romance entre cenicienta y el príncipe tampoco acaba por cuajar, es prácticamente amor a primera vista y jamás vemos el por qué están enamorados. Vaya, hasta en las últimas cintas animadas de la casa del ratón como “Frozen” y “Enredados” se trata de romper el estereotipo e incluso otras versiones de la historia como “Por Siempre: Cenicienta” protagonizada por Drew Barrymore, exploraban un poco más la relación de dichos personajes. El filme se siente anticuado, cursi y poco creíble a pesar de momentos espectaculares como el gran baile o el regreso de Cenicienta a casa, donde se siente latente la magia de Disney.
Cate Blanchett sin embargo, sale completamente gloriosa y triunfante en su interpretación de Lady Tremaine, mejor conocida como la madrastra. Las escenas de Blanchett son sin lugar a dudas las mejores del filme, creando un personaje tan despreciable como gustoso a la vez. Por su parte Lily James, mejor conocida por su participación en la serie británica Downton Abbey, si bien no es la aspirante más bella al rol titular, cumple con los atributos físicos y hace lo posible por hacer una Cenicienta digna, pero nuevamente es el argumento quien no le da los elementos para hacer un personaje del que nos podamos enamorar o identificar. Lo mismo ocurre con Richard Madden de Game of Thrones, ciertamente parece un príncipe, y en dicha serie ha demostrado ser bastante más efectivo con un mejor personaje. El resto del elenco, compuesto en su mayoría por actores ingleses de renombre como Helena Bonham Carter o Derek Jacobi se ven limitados a cumplir con sus personajes, sin ir más allá.
Visualmente, “La Cenicienta” sencillamente es un festín y un dulce a los ojos, no en vano cuenta con Dante Ferreti en el diseño de producción y Sandy Powell como diseñadora de vestuario, ambos colaboradores de cabecera de Martin Scorsese. La producción se ve y se siente como un verdadero cuento de hadas lleno de magia, con un toque bastante más realista y orgánico que los horribles mundos digitales de “Alicia en el País de las maravillas” y “Oz el poderoso”.
Esta nueva versión de “La Cenicienta” lejos está de ser un bodrio y ciertamente supera por mucho a todos los live action que se han hecho de cuentos de hadas como “Blancanieves y el cazador” o “La Chica de la capa roja”, incluso a aquellos realizados por la casa Disney. Sin embargo resulta un filme mediocre, medianamente entretenido, con espectaculares visuales que difícilmente alcanza los niveles de expectativa que generó y poco o nada aporta al clásico animado en que se basa.
Si esto es lo mejor a lo que pueden aspirar éste tipo de cintas, Disney debería considerar seriamente quedarse únicamente con sus clásicos animados, que son por mucho las mejores versiones que existen a la fecha de los cuentos que pretenden reinterpretar.
- La actuación de Cate Blanchett
- Espectacular diseño de producción y vestuario
- Argumento pobremente desarrollado
- Personajes anticuados e inverosímiles