Es inevitable ver con cierta sospecha la última película de los Hermanos Coen, ¡Salve César! (Hail, Caesar!). La sospecha surge a partir de que los Coen —como ya habían hecho magistralmente en Barton Fink (1991)— ponen en evidencia la estructura capitalista de la industria cinematográfica de la que tanto se alimenta Hollywood. Sin embargo, por otro lado tenemos, de manera casi paradójica, que ¡Salve, César! es una co-producción entre la productora fundada por los propios Hermanos Coen, y también por una de las compañías productoras más grandes del cine norteamericano: Universal Studios.

Sería pertinente preguntar entonces si ¡Salve, César! es una película fiel a sí misma, y si al mismo tiempo sustenta un discurso crítico hacía el capitalismo cinematográfico liderado por los grandes estudios. De ahí que la sospecha siempre esté latente: por un lado nos hace sospechar de los cánones que rigen el cine dentro de su propia industria, y por otro lado tenemos que la sospecha está dirigida a cuestionar hasta qué punto una película puede ser crítica dentro de los sistemas que generan el contenido de una obra. Este fenómeno, aparentemente contradictorio, acompaña gran parte de las películas de los Coen, ya que se podría decir que actualmente ellos son de los pocos directores norteamericanos de mayor éxito artístico y comercial dentro del cine de Hollywood, pero que a la vez gozan de una libertad creativa más amplia que otros, de ahí que hayan podido permanecer autónomos y crear un cine más auténtico, de autores.

El problema es cómo representar a Dios en una película. Esa la preocupación de Eddie Mannix (Josh Brolin), productor de Capitol Records, pues desea realizar una película épica sobre la figura de Jesucristo llamada Hail, Caesar!, pero sin que en ella se dañen las creencias religiosas del espectador; que cualquier persona que vea la película, independientemente de su religión, pueda entenderla y sea de su agrado: el cine se hace para la exigencia del público, por lo tanto tiene que ser un entretenimiento de primera. Esta afirmación se vuelve una de las máximas del cine de Hollywood, y justo por esa razón el problema no es si se pueden crear imágenes que representen a Dios, sino más bien que todo está al alcance de ser filmado y proyectado en pantalla, y sólo hace falta alguien que esté dispuesto a ver sin que su susceptibilidad sea dañada. Eso es lo que hacen las industrias cinematográficas, educar el gusto, que la mirada sea una sola y que por ningún motivo sea cuestionada. Por otra parte, las preocupaciones de Eddie Mannix no se reducen sólo a configurar lo que se ve en pantalla, ya que también tiene que lidiar con todo un gremio de actores y cuidar que, por ningún motivo, su figura de personas modelo ante la sociedad quede en duda. Pero todo se complica cuando uno de sus actores estrellas y protagonista de Hail, Caesar!, Baird Whitlock (George Clooney), es secuestrado por un grupo de comunistas que se hacen llamar “The Future”, y lo que ahora exigen a Mannix es cien mil dólares a cambio de su actor estrella. En este punto se puede ver con mayor claridad la genialidad de los Coen al revestir su película de un humor que les es propio para trastocar un tema profundamente complicado como lo es las relaciones del capitalismo dentro de los procesos artísticos del cine.

Al final el triunfo es de Eddie Mannix. A pesar del adoctrinamiento de Baird Whitlock por parte de los comunistas mientras estaba cautivo, no supuso en él ningún nuevo posicionamiento dentro de la industria cinematográfica. Queda a merced de las exigencias del star system, y es reintegrado inmediatamente al rodaje de la película, pues ya se ha perdido un día de filmación y el tiempo es dinero, le dice Mannix.

Sigue siendo imposible no ver ¡Salve, César! bajo la mirada de la sospecha: ¿Hasta qué punto la película es libre de analizar las relaciones que se dan bajo el régimen de determinadas compañías que generan “lo que se tiene que ver” sin ceder parte de su originalidad?

Review de "¡Salve, César!"
Lo Positivo
  • La historia
  • Las actuaciones
  • El humor
Lo Negativo
  • La incertidumbre de su originalidad debido a su temática
9Nota Final
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Sobre El Autor

Marco César Monroy
Colaborador

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