“Es solo tiempo y el tiempo pasa, luego sucederá lo inevitable. Llámelo destino, llámelo si no, pero es como es, puedo ser paciente y luego la encontraré.” John Katzenbach
Hace solo un par de años el guionista y director Damien Chazelle sorprendió al mundo con su vertiginosa ópera prima llamada Whiplash, en donde se nos presentaba a un joven baterista llamado Andrew (un excelente Miles Teller) el cuál es llevado al límite gracias al poco ortodoxo maestro de música que tenía (un brillante J.K. Simmons). Esta cinta le hizo ser acreedor de varias nominaciones al Oscar, incluyendo mejor película por lo que su siguiente proyecto titulado La La Land, se convirtió de forma automática en un filme que había que ver sí o sí en cuanto se tuviera la oportunidad. Al interés general por este proyecto había que sumar el hecho de que una de las parejas más aclamadas dentro del celuloide (Emma Stone y Ryan Gosling) volverían a aparecer juntos para esta historia.
Una joven aspira a ser una famosa actriz; un hombre aspira a ser un músico reconocido y satisfecho con lo que toca. En la persecución de sus sueños ambos cruzarán caminos en varias ocasiones; teniendo roces y a su vez pequeños destellos de luz, destellos que los irán atrayendo el uno al otro, tal y como las estrellas se ven atraídas unas a otras por la gravedad. Y cómo a esas estrellas esta unión se fortalecerá conforme pasa por varias etapas, a través de una montaña rusa de emociones que nos transporta a este mundo de colores vivos, de bellos atardeceres, de vestuarios y escenarios atemporales, pero sobretodo a este mundo lleno de música, que conforme apreciamos cada melodía y cada canción se nos sumerge en la historia de estos dos personajes que se aman pura y honestamente. Pero como toda relación la vida les presentará obstáculos, obstáculos que podrían alejarles el uno del otro aún cuando se profesan amor eterno, un amor tan real que casi lo podemos sentir cada vez que Ella y Él se toman de la mano; comparten una mirada o bailan en la oscuridad de la noche y su paso es alumbrado por esas estrellas de las que les hablo. Es entonces que la historia verdaderamente comienza, cuando esos obstáculos crean fisuras en esta idílica relación; fisuras tan verosímiles que cualquier miembro de la audiencia se puede sentir identificado ya que muchos hemos pasado por situaciones similares a las que la vida nos enfrenta día con día.
En un inicio pareciera ser que La La Land se enfoca a presentarnos una serie de clichés clásicos del género, ofreciendo poca innovación a un musical que es completamente original ya que no se basa en ningún material pre-existente, pero afortunadamente todo eso es un plan muy bien trazado por este hábil director que comenzará a hacer uso de su talento para cambiar el tablero y modificar esos clichés al otorgarle realismo y situaciones creíbles a una historia que en un inicio parecía ser una mala broma. Ese método tan arriesgado de narración ofrece un estado de autenticidad al filme que termina no solo por envolver al espectador en esta experiencia audiovisual, sino que le demandará una respuesta emocional al igual que a sus protagonistas. Es precisamente eso lo que termina por conquistar a la audiencia, esa sensación de familiaridad con el drama y la tragedia sin rozar lo ridículo. Hacia su recta final se nos dejará con sentimientos encontrados ante esta bella pero dolorosa historia, que nos brinda felicidad y tristeza a su vez en cuanto los créditos finales aparecen, como si bailáramos en un mar de estrellas.
- Historia
- Actuaciones
- Dirección
- La recta final se alarga más de lo necesario
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