A finales del 2013, poco después del esperado estreno de El viento se levanta de Hayao Miyazaki, los Studios Ghibli estrenaron El cuento de la princesa Kaguya (Kaguya-hime no Monogatari), una bella animación del director japonés Isao Takahata (La tumba de las luciérnagas, 1988). Con estas dos películas ambos cineastas marcaron un hito dentro del cine de animación, pues Miyazaki se despidió de su labor cinematográfica, dejando detrás de él una gran y prolífica obra, y Takahata demostró el grado creativo que tiene la animación japonesa en comparación a las nuevas técnicas dentro de la industria animada. Si para estudios como Disney y Pixar la innovación se encuentra en el descubrimiento de nuevas herramientas visuales, como lo es el cine en 3D, para los Studios Ghibli lo nuevo se halla en la constante búsqueda de los orígenes de toda una tradición histórica y cultural.

Takahata se inspira en el antiguo cuento japonés, El cortador de bambú, para hilar todo un tejido visual que le permita mostrar su preocupación por la relación que existe entre el hombre y la naturaleza. La película nos narra como un viejo campesino encuentra a una pequeña niña dentro de un resplandeciente bambú, éste decide llevarla consigo para criarla junto con su esposa. Ambos saben que este bebé es un regalo de los dioses, y por tal razón deciden llamarla “Princesa”, además de que muy pronto descubren que los mismos dioses envían regalos para que la niña sea tratada como tal. Como la princesa crece demasiado rápido, su padre tomará la determinación de llevarla a la capital y comprarle una casa digna de la nobleza. Bautizada ahora como “Princesa Kaguya”, debido a que su belleza proviene de un brillo tan hermoso como el de la luna, su vida se verá limitada al encierro y al cumplimiento de los modales y costumbres de una princesa.

El cuento de la princesa Kaguya se desataca principalmente por proponer una estética pictórica. Cada fotograma de la película se construye como una suerte de lienzo en donde los trazos de las líneas y los colores ponen de manifiesto las técnicas tradicionales de la pintura japonesa, especialmente las utilizadas por la pintura sumie, caracterizada primordialmente por su construcción de imágenes que se dibujan a través del uso que se hace de la tinta china con un estilo caligráfico, en donde la naturaleza es el elemento principal que alimentan la obra. Este carácter que tiene la imagen sumie patentiza el interés de Takahata por crear una reflexión en torno a dos órdenes diferentes: hombre y naturaleza. En la Princesa Kaguya vemos que la relación entre estos dos elementos puede tener dos caras: Una que muestra la armonía que existe entre hombre y naturaleza; y la otra que muestra una tensión entre ambos.

Kaguya

Bajo estos dos polos se mueve toda la película, siempre llena de colores vivos e iluminados con un fondo blanco que va de la periferia al centro de la imagen, y que hace resaltar las líneas de expresión de los rostros y los movimientos de los cuerpos, a su vez, estas imágenes se conjuntan con paisajes acuarelados como montañas y flores de cerezo. La armonía se ve reflejada en el primer momento de la película, naturaleza y hombre se hallan en un mismo orden, se identifican y conviven entre sí, símbolo de ello es el encuentro de la pequeña princesa por parte del cortador de bambú y su posterior crianza en una vida de perfecta comunión con la sencillez del mundo. Sin embargo la tensión aparece cuando este orden se altera, cuando a la princesa Kaguya se le destierra del lugar que tanto ama y se le obliga a vivir bajo códigos humanos quedando a merced de sus exigencias. Entonces se hace consciente de que en el mundo no sólo hay bondad, sino también su contrario. Así pues, en la secuencia del escape onírico de la princesa, vemos que su figura, antes bien delineada, ahora se ve desfigurada y desdibujada en trazos violentos y angustiosos.

Dicho lo anterior, podemos notar que estos dos movimientos de armonía y ruptura pueden ser leídos como metáfora de cómo el hombre despoja de sí a la naturaleza y rompe todo vínculo que los une. Y entonces el propósito de la película de Takahata toma sentido, pues es a través del cine y sus imágenes, que se puede restablecer la unión. La princesa Kaguya se consolida como una de las mejores cintas animadas de los últimos años, y quizás como la película más artística y cuidada de los Studios Ghibli. Es una hermosa obra que hace de lo visual una bella construcción poética.

Review de "El cuento de la princesa Kaguya"
Lo Bueno
  • Excelente historia
  • Hermosa animación
9Nota Final
Puntuación de los lectores: (3 Votes)
9.6